Analía Goethals es una artista mexicana polifacética que explora temáticas que van desde la violencia en México (esto a través de Deriva, un colectivo de artistas transmedia), hasta la definición de la imagen. Hace un par de meses, tuve la oportunidad de hablar con ella sobre su práctica artística, sobre sus últimos proyectos, lo que la pandemia le ha dejado así como la diferencia que hace entre fotografía análoga y digital. Los dejo leer la entrevista que le hice.
Trabajas con diferentes medios pero todo gira en torno a la imagen, ¿cómo la defines y por qué eliges trabajar con ella?
La imagen es la representación de algo pero no es ese algo. Preferimos quedarnos con la imagen que con lo verdadero, las cosas mismas. Nos hemos convertido en consumidores compulsivos de imágenes, yo confieso que soy adicta a la imagen pero intento verla de frente, me doy cuenta del aspecto tan oscuro que tiene. Antes era más como una ventana y ahora se volvió más un trompe l’oeil, algo que dejó de tener profundidad. Pero para mi es también una herramienta. Esta relación me resulta muy contradictoria, me causa malestar. Me encanta pero a veces me llega a asustar porque me crea muchos sentimientos de culpa. Por ejemplo me pasa mucho con Youtube, soy victima del algoritmo porque todo me interesa y veo todo, pero después de un rato me siento mal. En cuanto a la definición per se, diría que se trata de un medio caracterizado por la dualidad.
La imagen para mí es algo maravilloso, es un espejo de muchas cosas pero no puedo evitar desconfiar de ellas. Que ahora todos estén diciendo que “black lives matter” pero que sean incapaces de ver las grietas del sistema dentro de su propio territorio, que no se pregunten a ellos mismos qué violencia están ejerciendo o padeciendo, me hace sentir que la reflexión es falsa o superficial. Es difícil reconocer que se es un opresor pero por ahí empieza una conciencia verdadera. Trato de ver la imagen dentro de toda su complejidad.
¿Qué buscas cuando tomas una fotografía?
Como soy una persona medio tímida en varios aspectos y a veces hasta insegura, tomarle fotos a alguien desconocido me cuesta mucho trabajo porque siento que los estoy invadiendo. No me gustaría que alguien se acercara a tomarme una foto sin una especie de relación, ni consentimiento o algún lazo de intimidad. Por eso mis fotos, sobre todo las análogas tienen mucho que ver con que son personas muy cercanas a mí, en espacios muy familiares. Más que la imagen en sí me gusta sentir esa familiaridad, es estar a gusto, en un lugar calientito, lo siento como una cosa sensorial más que la imagen misma. Lo que me gusta capturar no es la foto sino la sensación que puede dar, el ambiente que hay en el lugar. Hay una foto que tomé de un slackline en una alberca, me gusta más pensar que lo que sale de esa imagen es más algo atmosférico que sólo una foto súper bien iluminada y bien encuadrada. Como la foto que te gusta del coche, tiene más que ver con una sensación de movimiento, de viaje, de vacación, de memoria falsa, que un encuadre bien hecho.
¿Por qué elegir una cámara análoga en vez de una digital?
Por ejemplo, en la serie de collages con las fotos que tomé en China siento que eso es mucho más diferente que el resto de mis fotos. Porque yo fui a China no a turistear, sino que fui a trabajar, no tenía mucho control sobre lo que hacía y el tiempo que dedicaba a cada lugar. Por eso también aunque hay fotos de esa serie que de alguna manera tomé, porque todas las personas que aparecen son extraños para mi, siento que son fotos robadas, lo hice escondiéndome porque sentía que invadía, o que estaba abusando de las personas. Algunas las tomé con la cámara digital, muy discretamente o con mi celular. Salen personas pero me escondía. Se siente una distancia. Al viaje llevé mi cámara análoga pero naturalmente tomé más fotos con mi cámara digital y mi celular que con la análoga. Supongo que porque en ese momento no sentía una familiaridad para detenerme y tomarme el tiempo de tomar una foto. En cambio con la digital es más rápido el proceso, se puede modificar la foto si uno quiere. Creo que en mi caso lo digital es más frío mientras que las fotos análogas las veo más como un territorio familiar. En China, por primera vez sentí un shock cultural que no había sentido en otros viajes. Me sentí más incómoda que en otros lugares, no porque no estuviera feliz pero requería de una asimilación, necesitaba cambiar la manera en la que comunicaba. El hecho de que tenga pocas o casi nulas fotos de ese viaje en análoga tiene que ver con la sensación por la que estaba pasando.
¿Cuál es el objetivo de Deriva y qué aporta a la manera en la que entendemos la violencia en México?
Cuando empezamos Deriva, el objetivo era apelar a la razón pero al mismo tiempo explorar la parte sentimental. En la estética de Deriva siempre hay una distancia que busca crear empatía pero de una manera menos romántica. Voy a darte un ejemplo conocido, si consumes aguacate en tu dieta eso contribuye a la deforestación de Michoacán, además de que la familia Michoaca controla los cultivos de aguacate. Esas relaciones no son evidentes pero al ponerlo en un esquema esto ayuda a visualizar este tipo de relaciones. Me acuerdo cuando empezamos Deriva y toda la investigación en torno al proyecto, comenzamos con un enfoque académico porque era el proyecto de tesis de uno de los integrantes del colectivo, Pablo. A raíz de eso pudimos experimentar y nos dimos cuenta que a través de sistemas de computación se puede hablar de estos temas y crear relaciones inverosímiles. Deriva, más que un proyecto, se volvió una metodología para crear relaciones y cambiar concepciones que teníamos. Todo lo que hemos hecho está bajo la licencia creative commons para que la gente pueda usar la tecnología que se creó. Creo que estos proyectos han ayudado a que términos como “violencia sistémica” sean más comprendidos, esto puede generar nuevas conversaciones y llevar el diálogo a otro niveles.
¿Cómo cambia la relación entre público y creador?
El mayor problema fue llegar al público por tratarse de un tema relativamente nuevo, la gente no entendía bien el propósito del transmedia y el potencial que esto podía tener. Al final sentimos que nuestro proyecto se quedó en un estado casi embrionario, conseguir fondos fue muy complicado por la dificultad de definirlo. De igual manera tuvimos mucha suerte porque las primeras dos presentaciones de Deriva fueron una entrada a el mundo del arte. La primera fue durante la presentación de tesis de Pablo y asistió el director de su carrera que es un artista venezolano, a través de él y de los sinodales, varias personas se interesaron en el proyecto. Otro factor que nos ayudó fue que nos dieron la beca del FONCA para hacer una parte de la programación. El museo Jumex nos dio también un apoyo económico.
Los museos son lugares de experimentación y han creado buenos programas de apoyo a lo largo de los años pero no diría que es una constante. La segunda presentación fuera del marco escolar fue en Casa del Lago, que es un museo pequeño de la UNAM. Cuando nos invitaron a hacer una proyección en el Tamayo fue mucho más complicado, se pospuso y hubo otros inconvenientes, que creo que está ligado al tamaño de la institución. Hay espacios aquí en México que se prestan a ser más experimentales y a abrir caminos pero no es algo general.
Por otro lado, que haya nuevos medios de comunicación ha hecho que las oportunidades se expandan porque al inicio sólo nos hacían caso los museos. Después de cada proyección, hacemos una presentación en la que revelamos nuestro método de trabajo y damos las respuestas a cada pregunta, en este momento es en donde transparentamos todo el proceso para que después haya una discusión con la gente que va a la presentación. A través de los museos pudimos llegar a la gente, pero son espacios cerrados, sólo un cierto público los frecuenta.
¿Qué proyectos estás preparando para un futuro cercano?
Algo muy bueno que salió de la pandemia es que apliqué a la beca del FONCA por primera vez como directora. Estoy preparando un proyecto que para mi es muy importante pero que al mismo tiempo es muy chiquito porque no me quiero agobiar, es un cortometraje. Estoy sin hacerme ilusiones pero al mismo tiempo deseo que me la den porque confío en ese proyecto. Nunca me hubiera atrevido a comenzar este proceso si no hubiera estado encerrada, hubiera puesto mil excusas y hubiera procrastinado, no hubiera llegado a la convocatoria. De alguna manera, la pandemia me ha ayudado a atreverme a hacer este tipo de cosas o tener correspondencias con amigos. Con una amiga, María, nos estamos mandando correspondencias de imágenes, collages, o ese tipo de cosas. A raíz de eso han salido pequeños proyectos chiquitos, como con una amiga que tiene un programa de radio, ella me invitó a colaborar. Con la pandemia las cosas han cambiado, me he vuelto más activa fuera de tomar fotos y editar. Sigo editando, con Nico seguimos trabajando en una peli suya, él tiene otro proyecto transmedia en el que le estoy ayudando, sigo en eso pero esto me ha llevado a explorar otros caminos.
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